Málaga, la ciudad que se reinventó a sí misma
Hay algo del espíritu de la que fuera Malaca en el Gran Hotel Miramar. Corría el año 365 de la era cristiana cuando una especie de tsunami devastó no solo la costa malagueña sino, cuentan los cronistas, buena parte de las ciudades del entorno mediterráneo. Pero la antigua Málaga sufrió las consecuencias de la terrible sacudida de la tierra, tanto como para quedar poco menos que sepultada. «Las grandes olas, gigantes y temibles, se lanzaron sobre la tierra, la ciudad quedó inundada, los edificios destruidos y sus ruinas niveladas por el continuo empuje de aquellas horribles oleadas», leemos en Curiosidades malagueñas, de Narciso Díaz de Escovar, cronista oficial. Sin embargo, la ciudad supo levantarse de sus escombros y renacer, hasta hoy.
Aunque, por fortuna, ninguna catástrofe natural sepultó al Hotel Miramar, su gestión desde que fue inaugurado, en 1926, ha sido oscilante, lo que le ha condenado a casi medio siglo de ostracismo, tras un paréntesis de veinte años como sede del Palacio de Justicia. Desde 2007, un edificio tan asombroso, considerado la obra cumbre del arquitecto malagueño Fernando Guerrero Strachan, se ha mantenido sin uso, hasta que la cadena Hoteles Santos se ha propuesto convertirlo en un referente del lujo, la exquisitez y la elegancia, de la mano de Estudio Seguí. Así, se espera que en 2016, este emblemático hotel en el centro de Málaga reabra sus puertas con un aspecto completamente renovado, fastuoso y sobrio a la vez, como la propia ciudad que lo acoge. Lo hará bajo el nombre Gran Hotel Miramar Resort & Spa 5* GL.
La Málaga del siglo XXI necesita hoteles de lujo a la altura de su proyección internacional y del interés que generan sus playas, su cocina, su arte y su cultura. Sede del Festival del Cine de Málaga, que en 2017 cumplirá 20 ediciones y vecina de Marbella, que en 2015 acogió la entrega de los Premios Platino, los ‘oscar’ del cine iberoamericano, el Gran Hotel Miramar será, como en el pasado, lugar de acogida para las figuras más destacadas del cine. Porque desde 1939 hasta su cierre en 1967, acogió en sus habitaciones a clientes tan distinguidos como Orson Welles, Jean Cocteau, Ernest Hemingway, Ava Gardner o Antonio Ordóñez. Pero el florecimiento de polos turísticos muy pujantes en la zona, como las vecinas Marbella, Torremolinos o Benalmádena, provocó que aquel hotel echara el cierre. La Málaga de 2016 se encargará de lograr que no vuelva a ocurrir.
Para ello, la ciudad cuenta con una serie de atractivos con los que no contaba en aquellos años grises del tardofranquismo. Como el citado festival de cine, que se celebra cada año en abril, y que se suma a una oferta cultural cada vez más seductora. Como la que ofrece el Museo Carmen Thyssen Málaga, inaugurado en 2011, y que cuenta con fondos de la colección privada de la baronesa Thyssen. Obras maestras de pintores clave en la historia el Arte español de los últimos dos siglos, como Julio Romero de Torres, Ignacio Zuloaga o Darío de Regoyos. O el Museo Picasso, que abrió sus puertas en 2003 para regocijo de los amantes de su artista local más universal y admirado. Una pinacoteca que contiene 285 obras del autor del ‘Guernica’ y que no es el único modo de conocer la obra del artista, ya que en Málaga también se encuentra la Fundación Picasso Museo Casa Natal. Entre sus ‘joyas’, los 84 bocetos que el pintor realizó para su famoso cuadro ‘Las señoritas de la calle Avinyó’.
Y, por si fuera poco, desde marzo de 2015, la ciudad cuenta también con una sede del emblemático y parisino Centre Pompidou y otra del Hermitage de San Petersburgo, bajo el nombre de Museo Ruso de Málaga. Casi nada.
La ciudad, la segunda más poblada de Andalucía, con su medio millón largo de habitantes, y la sexta de España, es también una de las antiguas de Europa, como demuestra su origen fenicio, que data del siglo VIII a.C. Luego fue testigo de la conquista árabe, que la convirtió en una ciudad con poderío comercial y de cuya época quedan fenomenales vestigios arquitectónicos, como la Alcazaba o el Castillo del Gibralfaro. La toma de la ciudad por los Reyes Católicos fue un capítulo sangriento que duró seis meses y supuso graves trastornos para la población, como la privación de alimentos. Pero Málaga se recompuso, se reinventó y volvió a demostrar que le quedaba mucha historia por recorrer. Y quizá lo mejor esté por llegar.
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